El té de menta tiene sus orígenes en el uso tradicional de la menta, una planta aromática perteneciente al género Mentha, que ha sido cultivada y utilizada desde la antigüedad en diversas culturas. La menta se ha documentado en la historia desde los antiguos egipcios, quienes la utilizaban en rituales y como parte de sus prácticas de embalsamamiento, así como en la medicina tradicional para tratar diversas dolencias.
El uso de la menta se extendió a través de la antigua Grecia y Roma, donde era valorada no solo por sus propiedades medicinales, sino también por su aroma refrescante. En la Edad Media, la menta se convirtió en un ingrediente popular en la cocina y en las infusiones, especialmente en el mundo árabe, donde el té de menta se hizo especialmente popular.
En la cultura marroquí, el té de menta es una bebida emblemática, que se prepara con té verde y hojas frescas de menta, endulzado con azúcar. Esta tradición se ha mantenido a lo largo de los siglos, convirtiéndose en un símbolo de hospitalidad y amistad en la región.
Hoy en día, el té de menta es apreciado en todo el mundo por su sabor refrescante y sus propiedades digestivas. Se puede encontrar en diversas formas, desde infusiones caseras hasta mezclas comerciales, y sigue siendo una bebida popular tanto caliente como fría, que evoca la frescura y la tradición de sus orígenes.