El té verde tiene sus raíces en China, donde se ha cultivado y consumido durante más de 4,000 años. Su origen se remonta a la dinastía Shang, aunque se popularizó durante la dinastía Tang (618-907 d.C.), cuando comenzó a ser preparado en forma de polvo y luego batido con agua caliente, dando origen al té matcha.
La planta de té verde, Camellia sinensis, crece en climas cálidos y húmedos, y su producción se extendió a otros países asiáticos, como Japón, Corea y Vietnam, cada uno desarrollando sus propias variedades y métodos de preparación. En Japón, por ejemplo, el té verde se convirtió en una parte integral de la cultura, especialmente con la ceremonia del té.
A lo largo de los siglos, el té verde ha sido apreciado no solo por su sabor, sino también por sus beneficios para la salud, que han sido reconocidos en la medicina tradicional china y japonesa. En el siglo XVII, el té verde comenzó a llegar a Europa a través de comerciantes y exploradores, donde rápidamente ganó popularidad.
Hoy en día, el té verde es consumido en todo el mundo y se celebra por sus propiedades antioxidantes y su capacidad para promover la salud, convirtiéndose en una de las bebidas más queridas y valoradas a nivel global.